martes, 27 de marzo de 2018

MÁS CUENTOS

                           


                      EL SARCOFÁGO DE ÉBANO







El primogénito hijo del gran faraón, heredero del trono de Nubia se sentía obligado por su padre, el gran faraón del Alto y Bajo Egipto a realizar todos los actos que el mandase para poder mantener en su poder los atributos dinásticos que su padre le adjudicara.

El pequeño estado de bastas planicies doradas suministraba buena parte de los alimentos al resto de los dominios, para ello su pueblo trabajaba de sol a sol, casi en un estado de esclavitud, aunque se conformaban con poder mantener a sus familias en sus precarias chozas de adobe adorando y alzando sus plegarias al gran sarcófago de ébano, uno de los más queridos íconos de veneración.

Cierto día el gran faraón dio la orden a su pequeño vástago para que comprará toda su producción de armas, que ellos solían fabricar en cantidades descomunales, sin tener en cuenta que el empleo de soldados en Nubia no era muy popular ya que sus habitantes eran más campesinos que guerreros.

De hecho nunca habían tenido confrontaciones bélicas con nadie y no tenía porque contemplar el hecho de tenerlas, ya que carecían de motivos sustentables para ello.

El pueblo esperaba que el mandatario ordenara la construcción de instalaciones para poder contar con nuevas piedras de moler el grano, que diera comienzo a la construcción de nuevos canales y acequias para que las aguas del Nilo regaran más extensiones del fértil campo, se esperaba muchas obras del novato heredero pero que gastara todos los recursos del pueblo y se endeudara pidiéndole préstamos en vasijas de barro repletas de monedas de oro, para poder comprarle a su mismo padre cantidades de  lanzas, jabalines, mazas, hachas de combate, espadas, arcos de doble curvatura, escudos, carros de combate y botes de asalto era algo inaceptable dentro de la comunidad y el proyecto de faraón bien lo sabía.

Se reunió con los sacerdotes del templo para  que sus rituales lo ayudaran a resolver el dilema que se le presentaba y lo iluminaran para poder ver la salida más beneficiosa para su gobierno. No podía desobedecer el mandato supremo del dios mismo en la tierra es decir su padre el faraón, pero tampoco podía traer a su territorio tamaña cantidad de armamento sin justa causa, pues el pueblo reaccionaría denostándolo, obligándolo a abdicar al trono. Tanto la desobediencia al dios supremo en la tierra, como el repudio de sus gobernados, ocasionaría no poder acceder a la vida eterna, lo cual era una obsesión entre los faraones y faraoncitos en todo el extenso Egipto. Era indispensable para su propia salvación mantener en equilibrio la balanza de Osiris, llevando su corazón tan ligero como el peso de una pluma.

Se arrodilló ante su imponente estatua, representación en piedra de su propia estampa ególatra y le aterró imaginarla sin nariz signo inequívoco del odio de los pueblos de esa época, que mediante estas reacciones de repudio pretendían dejar vagando el alma del faraón representado a mitad de camino en su búsqueda por alcanzar la gracia de Osiris. Observando el coloso, mientras la luz de las antorchas iluminaban el enorme santuario, amplificando las sombras, mientras su miedo resaltaba los negros ojos de Isis y Osiris que sin dudas lo observaban, como así también el enorme sarcófago de ébano, que tanta devoción causaba en su pueblo.

De repente una ráfaga demoníaca sacudió la mente del líder, el sarcófago me ayudará, se dijo.

El sol  apenas comenzaba a asomar en el horizonte cubriendo las chozas de rojizo fulgor, cuando unos pescadores espantados corrían gritando por el pueblo, emitiendo desesperados mensajes de alarma.

! El sarcófago, el sarcófago, lo han profanado ¡ Por favor ayúdennos, está a la deriva, apenas emerge una punta del mismo en el mar. ¡Sacrilegio, alguien pretendió hundir nuestra fe, ayuden a rescatarlo!

Era el mensaje desesperado que aquellos hombres emitían por las callejuelas de arena del lugar.

La gente concurrió desesperada a rescatar su objeto más venerado de las aguas, con ayuda de sogas lograron aferrarlo antes que desapareciera en las aguas profundas del mar. Pronto los rumores comenzaron a ganar las calles, las pisadas en la arena eran clara evidencia que los habitantes de la isla del diablo habían pretendido arrebatarles su más preciado bien,  de esta forma se intentaba introducir la inverosímil versión de lo sucedido dentro de la comunidad.

Los habitantes de la isla del diablo siempre habían ignorado a los Nubios, pues los consideraban seres inferiores en una etapa de evolución muy retrógrada en comparación. De hecho preferían comerciar con pueblos más avanzados de ultramar y habían adquirido una tecnología bélica muy superior por tener conocimientos en el manejo de la pólvora, la antimateria y la existencia de mundos paralelos que los Nubios desconocían. Los ignoraban comercialmente, estratégicamente y religiosamente, los ignoraban totalmente, como uno puede ignorar a las moscas, si no se vuelven una molestia.

Ni pensaban en los Nubios en realidad y mucho menos tenían intereses en profanar ningún santuario, ni atacar ninguna ciudad Nubia, pues carecían de interés y valor para los avanzados habitantes de la isla del diablo. Esa era la realidad.

Pero en el pueblo Nubio fue instalándose un clima de guerra, el odio crecía hacia los habitantes de la isla y fue muy bien vista la compra armamentística que su joven pero precavido líder realizará, los pertrechos de guerra fueron acarreados hasta el pueblo por sus mismos habitantes y aunque pocos de ellos eran de utilidad por estar herrumbrados e inservibles, fueron agradecidos a viva vos por el clamor popular. El sarcófago de ébano fue restituido con dolor y respeto mientras el pueblo aclamaba a su líder destacando sus virtudes guardando las armas recién compradas a la espera de usarlas.

El faraón del Alto y Bajo Egipto también felicito a su primogénito por sus artes en el embuste, por haber conservado la nariz en alto ante su pueblo y por haberlo complacido.

Los clamores belicistas de a poco fueron ignorados ante la indiferencia de los isleños y las armas quedaron arrumbadas como chatarra. Solo quedo en la memoria de la gente el sarcófago de ébano profanado al acecho de las olas del mar. Y la deuda contraída con Dios vivo en la tierra por el préstamo impagable para comprar tanta chatarrería. Al mismo tiempo en un universo para lelos, la gente aclamaba los goles de Leo ante Islandia en un recordado y festejado cuatro a cero. Mientras Donald, su gatito y Ted, festejaban por las cuantiosas ganancias obtenidas en el último lanzamiento de Dysney Chanel, a la espera del juzgamiento de un Dios superior a todos.
                               

                                      CROPOLITOS
   

Por fin mi sueño de toda la vida estaba tomando forma, desde el municipio me informaban que mi terreno sería librado de todo embargo en pocos días más.

Años de espera, desde que una medida cautelar aduciendo deudas inexistentes con inmobiliarias fundacionales del pequeño pueblo, me trabaran de tener el dominio total de la parcela.

Como bien se sabe inmobiliarias que hacen los primeros loteos en pueblitos a fundar y municipios o intendencias van de la mano en los negocios.

Pero, después de casi quince años, podía disponer de mi parcela a mi antojo.

Emprendí entusiasta una recorrida por cuanto estudio de arquitectura hallaba a mi paso, para  finalmente obtener un proyecto que me complaciera, a fin de encarar la tediosa tarea de su aprobación por parte de la dirigencia comunal.

Después de infinitas idas y vueltas, reformas obligadas al proyecto presentado, ya sea por desconocer la normativa en vigencia que impedía la tala de todo tipo de árbol o arbusto, que bien supo el estudio de arquitectos subsanar, dejando al proyecto con un eucaliptus dentro de mi baño. El cual aparte de no contrariar leyes de tala locales, me brindaría un perfume grato a la hora de ir a evacuar.

Aprobado el proyecto, cuatro años más tarde, por fin las palas de los trabajadores se movían rítmicas, cavando los cimientos de mi futura morada.

Semanas más tarde al aproximarme a la obra, pude observar que los trabajadores, se encontraban sentados, a la espera de recibir nuevas directivas, mientras otros limpiaban las herramientas, acomodándolas en las camionetas, con la intensión de dejar el lugar. De lejos pude distinguir a un raudo capataz de obra que salía a mi encuentro.

-Disculpe, jefa, la obra se paro por un pequeño percance, que  seguramente el arquitecto sabrá explicarle mejor que yo –Me comentaba el encargado de la obra cabizbajo.
-¿Problemas con los sueldos? ¿No están cobrando en tiempo y forma? –Pregunte suponiendo, la causa más vulgar que pudiere ocurrir en obras, entre empleados y empleadores.
-No, señora, el estudio se comporta de maravillas con nosotros, hace años que la mayoría del plantel trabaja con este grupo empresarial. –Me respondía el capataz, iluminándosele el rostro de solo pensarlo.
-¿Entonces? – Pregunte en tono enfático.
-Una inspección del municipio, que supo llegar en un momento inoportuno –Se confeso el turbado encargado de obra.
-Pero…¿Respetaron el sacrosanto eucaliptus, para que quede como vivo testimonio del riguroso cumplimiento de las reglas al lado del inodoro? ¿No se les habrá ocurrido talar la rama de la acacia? Ya combinamos con el arquitecto, lo útil que seria, por más que me entrará por la ventana del dormitorio, para colgar la ropa. ¿En que contravención incurrimos ahora? –Elevando innecesariamente el tono de mi voz.
-En nada jefa, encontramos incidentalmente en la excavación un pozo con cosas, que el municipio dijo ser algo así como “Patrimonio de la humanidad” y que deberíamos parar la obra.-Trataba el trabajador de explicarme a media lengua.
-¿Y por que no arrojaron esas putas cosas al carajo, en vez de llamar al municipio? - Demostrándole todo mí enfado al pobre empleado, que no sabía donde situarse.
-Es que, la inspección estaba presente en el infortunado suceso del hallazgo, nada se pudo hacer, sepa comprender señora. – Se trataba de disculpar, el inocente trabajador, ante mi desubicada ira.

Mientras tanto pude divisar la llegada veloz de la camioneta del arquitecto, principal responsable de la ejecución de tan demorada construcción, que abandonaba rápidamente el vehículo, a mitad del sendero, tratando de abreviar mi espera.

-Hemos tenido la mala fortuna de toparnos aparentemente con un basto e inesperado yacimiento arqueológico. Estoy a la espera de la llegada de un grupo de arqueólogos provenientes del museo del lugar, seguramente levantarán el material de su utilidad y continuaremos la obra en un par de días más, quédese usted tranquila señora – Trataba de consolarme el joven arquitecto.

¿Que son unos días más, después de haber soportado casi veinte años de demoras y tramites? No termino de despedirme del arquitecto que un grupo de seis personas comienzan a gatear por mi predio, con pinceles, de diferentes tamaños, palas y bolsas, mientras otros encintaban el lugar prohibiendo su acceso.

Dejándome libre la esquina delantera izquierda del lote, donde me indicaron que debía pararme, si quería permanecer allí.

Cansada ya de esta situación, llame inmediatamente a mi abogado para ver si podía tomar medidas ante tamaña invasión.

-Voy para allá Gladis, tranquila – Me respondió mi leguleyo amigo.
-Gracias. – Le respondí, sintiendo que la solución se aproximaba

En poco más de una hora mi terreno se había convertido en el lugar de confluencia de múltiples colegiados, arquitectos, arqueólogos, abogados y escribanos representantes de vaya a saberse que partes en cuestión, cuando yo ni siquiera comprendía cual era esa cuestión.

-Gladis, este tema no será, para nada sencillo, te recomiendo que lo asumas con calma y paciencia, como primera medida te voy a recomendar que no pierdas el dominio del predio. Para ello, tienes que demostrar que no posees otro sitio donde vivir y por lo tanto como muestra de ello, estas obligada a afincarte en el pedacito de terreno libre, haciendo mejoras en el mismo. Cualquier cosa, pone un alambrado, planta un jazmín o cualquier cosa y primordialmente instálate, aunque más no sea dentro de una carpa, yo te ayudo, armamos un pequeño bañito y todo lo asentamos en fojas mediante la intervención de un escribano publico.- Me seguía impartiendo directivas imposibles de cumplir por mi parte.
-¿Y, el trabajo? Me despedirán, si incurro en ausencias, es imposible Alfredo.-Le respondí, casi implorando.
-Es un terreno importante, en una zona en auge, tendrás que elegir entre tu trabajo o perder el lote. Por otra parte siempre te me has quejado de la poca paga y de la negativa de tus empleadores a pagarte las horas extras, viéndolo de este modo, no pierdes gran cosa.- Me aconsejaba mi letrado.
-Pero... ¿Quien me va a mantener el tiempo que dure esta situación? -Le pregunte preocupada.
-No te preocupes hace años que nos conocemos, yo te ayudaré, es importante para mi estar en un caso que prontamente adquirirá notoriedad a nivel nacional, dada tu problemática y la importancia de los hallazgos. Pronto desembarcará la prensa. Mantente aquí, te traeré una buena carpa, provista de todos los implementos para que pases al menos la noche, si esto se prolonga te haré construir un bañito precario, si el lugar lo permite.- Ordenaba mi representante.
-Tratare de cumplir con las premisas que me aconsejas, si me ayudas.- Solo atine a contestarle a Alfredo, sumida en una onda preocupación.

Y, si…En verdad los medios de comunicación llegaron en forma masiva, empuñando sus amenazantes micrófonos, sobre la cara de la pobre mujer y de todo incauto operario que no se mantuviera lejos de la salvaje invasión periodística.

Todos los programas televisivos y radiales daban sus diferentes y disparatadas opiniones sobre lo que acontecía en ese terreno, mientras se sumaban algunas adhesiones populares, que en hilera desfilaban frente a la carpa de la desdichada Gladis, algunos para ayudarla y solidarizarse y la mayoría para llenarse de morbosidad ante su deterioro moral y físico.

Mientras tanto, la agitación popular llego al punto de fastidiar al gobierno exigiendo a los investigadores un informe público sobre lo encontrado en dicho terreno.

La excavación había tomado dimensiones descomunales, los camiones repletos de tierra removida se encaminaban en una hilera continua que circulaba por el sendero del terreno a la ruta. En el terreno solo podía verse un cráter de unos cuarenta metros de diámetro, acompañado por el añejo eucaliptus en una esquina y por la pequeña carpa y su precario baño en el vértice opuesto. Seis años habían transcurrido ya, desde que se paralizara la obra, cuando por fin el comunicado de los expertos se hiso noticia en los medios. Bajo el siguiente técnico formato: “Hemos al fin completado una parte de las investigaciones gracias al aporte de la State University of New York College At Cortland  y sus eximios catedraticos y hoy les podemos informar que estamos en presencia de uno de los más grandes y antiguos yacimientos de coprolitos humanos jamás encontrados, estamos hablando de un cumulo de piezas de alrededor de un millón de años de antigüedad, junto a un esqueleto femenino de igual data envuelto en restos de una tela de características plásticas impropias a dicha época y un pedazo de madera petrificada con inscripciones que no estoy autorizado a revelar, de momento, pues su mensaje es aún objeto de estudios, espero haber complacido en parte vuestra expectativa sabiendo dispensar las demoras en la información de tan inesperado evento”

Los años siguieron transcurriendo y la vida de Gladis ya había dejado de ser de interés para la prensa y público en general, aunque continuaba en aquella carpa. Su abogado la había abandonado y desistido de la causa hacia muchísimo tiempo retirándole también su efímera ayuda monetaria, aunque a decir verdad a ella se la veía cada vez en mejor forma, realmente lucía como una diosa vestida en ropajes cada vez más sugerentes, totalmente superada y casi ajena a su problemática. Aún podía observarse que recibía visitantes asiduamente a su carpa, aunque no fuera el centro de las noticias.

Nunca se pudo saber a ciencia cierta el mensaje de aquella tablilla petrificada portadora de la misteriosa esquela, obviamente por orden de la curia, que había ordenado minimizar la antigüedad de los hallazgos reduciéndolos a tiempos evangélicos. A pesar de ello por trascendidos informales pudo saberse, que en aquel escrito milenario podía leerse claramente el siguiente mensaje. “Bienvenidos a la carpita del amor, donde Gladis tiene un pozo de dicha para todo hombre dispuesto a pagar por unos minutos placer”




No hay comentarios:

Publicar un comentario