martes, 27 de marzo de 2018

MÁS CUENTOS

                           


                      EL SARCOFÁGO DE ÉBANO







El primogénito hijo del gran faraón, heredero del trono de Nubia se sentía obligado por su padre, el gran faraón del Alto y Bajo Egipto a realizar todos los actos que el mandase para poder mantener en su poder los atributos dinásticos que su padre le adjudicara.

El pequeño estado de bastas planicies doradas suministraba buena parte de los alimentos al resto de los dominios, para ello su pueblo trabajaba de sol a sol, casi en un estado de esclavitud, aunque se conformaban con poder mantener a sus familias en sus precarias chozas de adobe adorando y alzando sus plegarias al gran sarcófago de ébano, uno de los más queridos íconos de veneración.

Cierto día el gran faraón dio la orden a su pequeño vástago para que comprará toda su producción de armas, que ellos solían fabricar en cantidades descomunales, sin tener en cuenta que el empleo de soldados en Nubia no era muy popular ya que sus habitantes eran más campesinos que guerreros.

De hecho nunca habían tenido confrontaciones bélicas con nadie y no tenía porque contemplar el hecho de tenerlas, ya que carecían de motivos sustentables para ello.

El pueblo esperaba que el mandatario ordenara la construcción de instalaciones para poder contar con nuevas piedras de moler el grano, que diera comienzo a la construcción de nuevos canales y acequias para que las aguas del Nilo regaran más extensiones del fértil campo, se esperaba muchas obras del novato heredero pero que gastara todos los recursos del pueblo y se endeudara pidiéndole préstamos en vasijas de barro repletas de monedas de oro, para poder comprarle a su mismo padre cantidades de  lanzas, jabalines, mazas, hachas de combate, espadas, arcos de doble curvatura, escudos, carros de combate y botes de asalto era algo inaceptable dentro de la comunidad y el proyecto de faraón bien lo sabía.

Se reunió con los sacerdotes del templo para  que sus rituales lo ayudaran a resolver el dilema que se le presentaba y lo iluminaran para poder ver la salida más beneficiosa para su gobierno. No podía desobedecer el mandato supremo del dios mismo en la tierra es decir su padre el faraón, pero tampoco podía traer a su territorio tamaña cantidad de armamento sin justa causa, pues el pueblo reaccionaría denostándolo, obligándolo a abdicar al trono. Tanto la desobediencia al dios supremo en la tierra, como el repudio de sus gobernados, ocasionaría no poder acceder a la vida eterna, lo cual era una obsesión entre los faraones y faraoncitos en todo el extenso Egipto. Era indispensable para su propia salvación mantener en equilibrio la balanza de Osiris, llevando su corazón tan ligero como el peso de una pluma.

Se arrodilló ante su imponente estatua, representación en piedra de su propia estampa ególatra y le aterró imaginarla sin nariz signo inequívoco del odio de los pueblos de esa época, que mediante estas reacciones de repudio pretendían dejar vagando el alma del faraón representado a mitad de camino en su búsqueda por alcanzar la gracia de Osiris. Observando el coloso, mientras la luz de las antorchas iluminaban el enorme santuario, amplificando las sombras, mientras su miedo resaltaba los negros ojos de Isis y Osiris que sin dudas lo observaban, como así también el enorme sarcófago de ébano, que tanta devoción causaba en su pueblo.

De repente una ráfaga demoníaca sacudió la mente del líder, el sarcófago me ayudará, se dijo.

El sol  apenas comenzaba a asomar en el horizonte cubriendo las chozas de rojizo fulgor, cuando unos pescadores espantados corrían gritando por el pueblo, emitiendo desesperados mensajes de alarma.

! El sarcófago, el sarcófago, lo han profanado ¡ Por favor ayúdennos, está a la deriva, apenas emerge una punta del mismo en el mar. ¡Sacrilegio, alguien pretendió hundir nuestra fe, ayuden a rescatarlo!

Era el mensaje desesperado que aquellos hombres emitían por las callejuelas de arena del lugar.

La gente concurrió desesperada a rescatar su objeto más venerado de las aguas, con ayuda de sogas lograron aferrarlo antes que desapareciera en las aguas profundas del mar. Pronto los rumores comenzaron a ganar las calles, las pisadas en la arena eran clara evidencia que los habitantes de la isla del diablo habían pretendido arrebatarles su más preciado bien,  de esta forma se intentaba introducir la inverosímil versión de lo sucedido dentro de la comunidad.

Los habitantes de la isla del diablo siempre habían ignorado a los Nubios, pues los consideraban seres inferiores en una etapa de evolución muy retrógrada en comparación. De hecho preferían comerciar con pueblos más avanzados de ultramar y habían adquirido una tecnología bélica muy superior por tener conocimientos en el manejo de la pólvora, la antimateria y la existencia de mundos paralelos que los Nubios desconocían. Los ignoraban comercialmente, estratégicamente y religiosamente, los ignoraban totalmente, como uno puede ignorar a las moscas, si no se vuelven una molestia.

Ni pensaban en los Nubios en realidad y mucho menos tenían intereses en profanar ningún santuario, ni atacar ninguna ciudad Nubia, pues carecían de interés y valor para los avanzados habitantes de la isla del diablo. Esa era la realidad.

Pero en el pueblo Nubio fue instalándose un clima de guerra, el odio crecía hacia los habitantes de la isla y fue muy bien vista la compra armamentística que su joven pero precavido líder realizará, los pertrechos de guerra fueron acarreados hasta el pueblo por sus mismos habitantes y aunque pocos de ellos eran de utilidad por estar herrumbrados e inservibles, fueron agradecidos a viva vos por el clamor popular. El sarcófago de ébano fue restituido con dolor y respeto mientras el pueblo aclamaba a su líder destacando sus virtudes guardando las armas recién compradas a la espera de usarlas.

El faraón del Alto y Bajo Egipto también felicito a su primogénito por sus artes en el embuste, por haber conservado la nariz en alto ante su pueblo y por haberlo complacido.

Los clamores belicistas de a poco fueron ignorados ante la indiferencia de los isleños y las armas quedaron arrumbadas como chatarra. Solo quedo en la memoria de la gente el sarcófago de ébano profanado al acecho de las olas del mar. Y la deuda contraída con Dios vivo en la tierra por el préstamo impagable para comprar tanta chatarrería. Al mismo tiempo en un universo para lelos, la gente aclamaba los goles de Leo ante Islandia en un recordado y festejado cuatro a cero. Mientras Donald, su gatito y Ted, festejaban por las cuantiosas ganancias obtenidas en el último lanzamiento de Dysney Chanel, a la espera del juzgamiento de un Dios superior a todos.
                               

                                      CROPOLITOS
   

Por fin mi sueño de toda la vida estaba tomando forma, desde el municipio me informaban que mi terreno sería librado de todo embargo en pocos días más.

Años de espera, desde que una medida cautelar aduciendo deudas inexistentes con inmobiliarias fundacionales del pequeño pueblo, me trabaran de tener el dominio total de la parcela.

Como bien se sabe inmobiliarias que hacen los primeros loteos en pueblitos a fundar y municipios o intendencias van de la mano en los negocios.

Pero, después de casi quince años, podía disponer de mi parcela a mi antojo.

Emprendí entusiasta una recorrida por cuanto estudio de arquitectura hallaba a mi paso, para  finalmente obtener un proyecto que me complaciera, a fin de encarar la tediosa tarea de su aprobación por parte de la dirigencia comunal.

Después de infinitas idas y vueltas, reformas obligadas al proyecto presentado, ya sea por desconocer la normativa en vigencia que impedía la tala de todo tipo de árbol o arbusto, que bien supo el estudio de arquitectos subsanar, dejando al proyecto con un eucaliptus dentro de mi baño. El cual aparte de no contrariar leyes de tala locales, me brindaría un perfume grato a la hora de ir a evacuar.

Aprobado el proyecto, cuatro años más tarde, por fin las palas de los trabajadores se movían rítmicas, cavando los cimientos de mi futura morada.

Semanas más tarde al aproximarme a la obra, pude observar que los trabajadores, se encontraban sentados, a la espera de recibir nuevas directivas, mientras otros limpiaban las herramientas, acomodándolas en las camionetas, con la intensión de dejar el lugar. De lejos pude distinguir a un raudo capataz de obra que salía a mi encuentro.

-Disculpe, jefa, la obra se paro por un pequeño percance, que  seguramente el arquitecto sabrá explicarle mejor que yo –Me comentaba el encargado de la obra cabizbajo.
-¿Problemas con los sueldos? ¿No están cobrando en tiempo y forma? –Pregunte suponiendo, la causa más vulgar que pudiere ocurrir en obras, entre empleados y empleadores.
-No, señora, el estudio se comporta de maravillas con nosotros, hace años que la mayoría del plantel trabaja con este grupo empresarial. –Me respondía el capataz, iluminándosele el rostro de solo pensarlo.
-¿Entonces? – Pregunte en tono enfático.
-Una inspección del municipio, que supo llegar en un momento inoportuno –Se confeso el turbado encargado de obra.
-Pero…¿Respetaron el sacrosanto eucaliptus, para que quede como vivo testimonio del riguroso cumplimiento de las reglas al lado del inodoro? ¿No se les habrá ocurrido talar la rama de la acacia? Ya combinamos con el arquitecto, lo útil que seria, por más que me entrará por la ventana del dormitorio, para colgar la ropa. ¿En que contravención incurrimos ahora? –Elevando innecesariamente el tono de mi voz.
-En nada jefa, encontramos incidentalmente en la excavación un pozo con cosas, que el municipio dijo ser algo así como “Patrimonio de la humanidad” y que deberíamos parar la obra.-Trataba el trabajador de explicarme a media lengua.
-¿Y por que no arrojaron esas putas cosas al carajo, en vez de llamar al municipio? - Demostrándole todo mí enfado al pobre empleado, que no sabía donde situarse.
-Es que, la inspección estaba presente en el infortunado suceso del hallazgo, nada se pudo hacer, sepa comprender señora. – Se trataba de disculpar, el inocente trabajador, ante mi desubicada ira.

Mientras tanto pude divisar la llegada veloz de la camioneta del arquitecto, principal responsable de la ejecución de tan demorada construcción, que abandonaba rápidamente el vehículo, a mitad del sendero, tratando de abreviar mi espera.

-Hemos tenido la mala fortuna de toparnos aparentemente con un basto e inesperado yacimiento arqueológico. Estoy a la espera de la llegada de un grupo de arqueólogos provenientes del museo del lugar, seguramente levantarán el material de su utilidad y continuaremos la obra en un par de días más, quédese usted tranquila señora – Trataba de consolarme el joven arquitecto.

¿Que son unos días más, después de haber soportado casi veinte años de demoras y tramites? No termino de despedirme del arquitecto que un grupo de seis personas comienzan a gatear por mi predio, con pinceles, de diferentes tamaños, palas y bolsas, mientras otros encintaban el lugar prohibiendo su acceso.

Dejándome libre la esquina delantera izquierda del lote, donde me indicaron que debía pararme, si quería permanecer allí.

Cansada ya de esta situación, llame inmediatamente a mi abogado para ver si podía tomar medidas ante tamaña invasión.

-Voy para allá Gladis, tranquila – Me respondió mi leguleyo amigo.
-Gracias. – Le respondí, sintiendo que la solución se aproximaba

En poco más de una hora mi terreno se había convertido en el lugar de confluencia de múltiples colegiados, arquitectos, arqueólogos, abogados y escribanos representantes de vaya a saberse que partes en cuestión, cuando yo ni siquiera comprendía cual era esa cuestión.

-Gladis, este tema no será, para nada sencillo, te recomiendo que lo asumas con calma y paciencia, como primera medida te voy a recomendar que no pierdas el dominio del predio. Para ello, tienes que demostrar que no posees otro sitio donde vivir y por lo tanto como muestra de ello, estas obligada a afincarte en el pedacito de terreno libre, haciendo mejoras en el mismo. Cualquier cosa, pone un alambrado, planta un jazmín o cualquier cosa y primordialmente instálate, aunque más no sea dentro de una carpa, yo te ayudo, armamos un pequeño bañito y todo lo asentamos en fojas mediante la intervención de un escribano publico.- Me seguía impartiendo directivas imposibles de cumplir por mi parte.
-¿Y, el trabajo? Me despedirán, si incurro en ausencias, es imposible Alfredo.-Le respondí, casi implorando.
-Es un terreno importante, en una zona en auge, tendrás que elegir entre tu trabajo o perder el lote. Por otra parte siempre te me has quejado de la poca paga y de la negativa de tus empleadores a pagarte las horas extras, viéndolo de este modo, no pierdes gran cosa.- Me aconsejaba mi letrado.
-Pero... ¿Quien me va a mantener el tiempo que dure esta situación? -Le pregunte preocupada.
-No te preocupes hace años que nos conocemos, yo te ayudaré, es importante para mi estar en un caso que prontamente adquirirá notoriedad a nivel nacional, dada tu problemática y la importancia de los hallazgos. Pronto desembarcará la prensa. Mantente aquí, te traeré una buena carpa, provista de todos los implementos para que pases al menos la noche, si esto se prolonga te haré construir un bañito precario, si el lugar lo permite.- Ordenaba mi representante.
-Tratare de cumplir con las premisas que me aconsejas, si me ayudas.- Solo atine a contestarle a Alfredo, sumida en una onda preocupación.

Y, si…En verdad los medios de comunicación llegaron en forma masiva, empuñando sus amenazantes micrófonos, sobre la cara de la pobre mujer y de todo incauto operario que no se mantuviera lejos de la salvaje invasión periodística.

Todos los programas televisivos y radiales daban sus diferentes y disparatadas opiniones sobre lo que acontecía en ese terreno, mientras se sumaban algunas adhesiones populares, que en hilera desfilaban frente a la carpa de la desdichada Gladis, algunos para ayudarla y solidarizarse y la mayoría para llenarse de morbosidad ante su deterioro moral y físico.

Mientras tanto, la agitación popular llego al punto de fastidiar al gobierno exigiendo a los investigadores un informe público sobre lo encontrado en dicho terreno.

La excavación había tomado dimensiones descomunales, los camiones repletos de tierra removida se encaminaban en una hilera continua que circulaba por el sendero del terreno a la ruta. En el terreno solo podía verse un cráter de unos cuarenta metros de diámetro, acompañado por el añejo eucaliptus en una esquina y por la pequeña carpa y su precario baño en el vértice opuesto. Seis años habían transcurrido ya, desde que se paralizara la obra, cuando por fin el comunicado de los expertos se hiso noticia en los medios. Bajo el siguiente técnico formato: “Hemos al fin completado una parte de las investigaciones gracias al aporte de la State University of New York College At Cortland  y sus eximios catedraticos y hoy les podemos informar que estamos en presencia de uno de los más grandes y antiguos yacimientos de coprolitos humanos jamás encontrados, estamos hablando de un cumulo de piezas de alrededor de un millón de años de antigüedad, junto a un esqueleto femenino de igual data envuelto en restos de una tela de características plásticas impropias a dicha época y un pedazo de madera petrificada con inscripciones que no estoy autorizado a revelar, de momento, pues su mensaje es aún objeto de estudios, espero haber complacido en parte vuestra expectativa sabiendo dispensar las demoras en la información de tan inesperado evento”

Los años siguieron transcurriendo y la vida de Gladis ya había dejado de ser de interés para la prensa y público en general, aunque continuaba en aquella carpa. Su abogado la había abandonado y desistido de la causa hacia muchísimo tiempo retirándole también su efímera ayuda monetaria, aunque a decir verdad a ella se la veía cada vez en mejor forma, realmente lucía como una diosa vestida en ropajes cada vez más sugerentes, totalmente superada y casi ajena a su problemática. Aún podía observarse que recibía visitantes asiduamente a su carpa, aunque no fuera el centro de las noticias.

Nunca se pudo saber a ciencia cierta el mensaje de aquella tablilla petrificada portadora de la misteriosa esquela, obviamente por orden de la curia, que había ordenado minimizar la antigüedad de los hallazgos reduciéndolos a tiempos evangélicos. A pesar de ello por trascendidos informales pudo saberse, que en aquel escrito milenario podía leerse claramente el siguiente mensaje. “Bienvenidos a la carpita del amor, donde Gladis tiene un pozo de dicha para todo hombre dispuesto a pagar por unos minutos placer”




lunes, 26 de marzo de 2018

CUENTOS CORTOS






                            EL RECUERDO MÁS ANTIGUO 


Después de haber intentado diversas terapias psicoanalíticas, con el afán de solucionar mis conflictos y poder finalmente estar en paz con mi subconsciente, mi consciente y todos los conscientes e inconscientes que me rodean, que no son pocos. Después de haber recurrido a especialistas en distintas técnicas del psicoanálisis y haber soportado estoicamente como doctorados en tics nerviosos, trataban de escudriñar en mi interior con la intensión de hallar la punta de mi enmarañado ovillo sin percatarse quizás, que su madeja estaba mucho más enredada que la mía. Agotando en esta ruta de búsquedas las más diversas terapias, pasando por la llamada transferencia terapéuticas, donde se termina por culpabilizar a nuestros padres, por todas las frustraciones de nuestro acomplejado ser, hasta pretender encontrar el meollo de mis problemas a través de la interpretación de mis sueños, pensamientos, palabras y onomatopeyas que se me ocurriera declarar en tan arduas secciones.
Una vez transitadas las cinco grandes corrientes: la cognitiva, el behaviorismo (o conductismo), la gestal, la sistémica y el psicoanálisis el problema es el haberme percatado que entre ellas tienen cría y parían engendros diabólicos que se siguen reproduciendo aún más...Dando espacio a lo que actualmente se define como "holístico" y todas sus variantes posibles.
Recuerdo el día que atiborrado en mi búsqueda de soluciones, que ya no busco, no por haberlas encontrado sino por considerarme un caso perdido, ingrese a un importante centro psicoanalítico, donde ponderaban la terapia basada en regresiones al pasado mediante la hipnosis para entrarle descarnadamente al subconsciente.
En las dos primeras consultas fue imposible el poder hipnotizarme dado mi descreimiento y mi resistencia interior para obtener la relajación requerida para tan lúdico evento.
Finalmente en mi tercer visita al centro y después de haber dejado buena parte de mi sueldo presente para intentar vislumbrar eventos pasados, fue que finalmente pudieron acceder a mi impenetrable “yo”.
En verdad me sentí profanado cuando el doctorado me indico que la sección había sido de un total éxito y que continuara asistiendo a sus consultas ya que había pasado de ser un paciente, a ser un objeto de su vivo interés y que me olvidara de abonar la consulta, ya que todos los gastos pertinentes correrían a cargo de la clínica.
Concurrí realmente muy intrigado a mi próximo turno, embargado por una honda preocupación, transpuse el lujoso recibidor, di parte de mi llegada a la recepcionista y me prestaba a sumergirme en los mullidos sillones de la sala de espera, cuando el doctor con una comitiva de tres catedráticos más salió cordial a mi encuentro.
- Esperábamos ansiosos este día mi estimado Jorge. Nuestra labor ha sido muy intensa, es por ello que le hemos solicitado, unos meses de paciencia hasta que volviera a vernos. Pero finalmente estamos aquí, con una solución a sus problemas, ya que hemos sondeado en el recuerdo más antiguo que nos halla podido brindar en nuestra terapia de regresión. – Mientras, mi terapeuta, me daba animosamente la bienvenida.
- Como ya debe suponer el costo de nuestro esfuerzo es casi tan elevado como los beneficios que le acarreara, pero seguramente su obra social se encargara de los gastos. –Me informaba, otro de sus colegas.
- Procederá a firmar unos documentos de rigor, antes de iniciar la sesión. – Me ordenaban mientras me conducían a la oficina del director de la clínica.
A esta altura de los acontecimientos, estaba presto para firmar mi propia sentencia de muerte, si fuere necesario, para satisfacer la onda curiosidad que me había despertado todo lo ocurrido, desde que puse un pie en esa institución
Y por supuesto firme los papeles que explicaban claramente que todo lo negativo que pudiere surgir de dicha terapia, corría por mi cuenta, dejando libre de culpa y cargo a Dios y María santísima, siendo yo el único responsable, hasta de haber nacido. Además estaba consciente de haber contraído tras la firma una deuda de cinco mil dólares, pagaderos a fin de mes, es decir la semana próxima.
Ni bien termine de estampar mi rubrica, me trasladaron a una habitación de aspecto más familiar, donde mi terapeuta me indico que tras la sesión de regresión al pasado, que había realizado meses antes, pudieron determinar que el origen de mis traumas habían surgido en el mismo instante de mi nacimiento y para dar fe de lo ocurrido y para probar la seriedad de la institución, se preocuparon por contar con la presencia de la partera que atendiera el mismísimo instante de mi concepción.
- Pase, por favor señora Gertrudis, que Jorge la espera con vivo interés – Ordeno mi terapeuta, con gesto imperativo.
De la habitación continua ingreso una viejecita temblorosa, que apuraba su renguera para estrecharme en un cálido abrazo.
- Querido que lindo es poder verte repleto de vida, ya adulto, después del desgraciado error que has tenido que sobrellevar en tu nacimiento. Les he dejado, a esta gente un reporte detallado de aquel infortunio, para aliviar tus pesares. Discúlpame, pero no soporto más la emoción que me embarga. – Desplomándose en unos de los sillones fue atendida raudamente por los médicos que presenciaban la escena mientras la alejaban del lugar.
- Te hago entrega de esta declaración jurada, que la señora Gertrudis puso a nuestra disposición para tu beneficio, toma tu tiempo, procede a leerla detalladamente y después continuaremos con la terapia. – Me propuso mi psicólogo dejándome una carpeta mientras se despedía de mí, acompañándome hasta la puerta del establecimiento.
Salí de la clínica y me dirigí a la parada del colectivo local, apretando la carpeta, como si fuera un tesoro. Parado estoicamente en la prolongada espera, me empapaba por una tormenta fortuita que pretendía inundar la acera.
Como era casi habitual, mientras esperaba algún medio de transporte observaba transitar en un auto de alta gama, a una persona de aspecto muy desagradable, que me sonreía y saludaba con gesto sobrador agitando la manga de su traje impoluto, a la que acompañaba el brillo de un gemelo dorado que me solía enceguecer. Parecía poseer todo el éxito del que yo carecía.
Me apresuré a ingresar a mi habitación, en la ruinosa pensión donde vivía, para sumergirme en la lectura del informe redactado por la anciana partera, que presuntamente asistiera mi nacimiento.
Con letras enormes, que se iban diluyendo a medida que la palabra se extendía, pude leer una de las historia más asombrosas, la que posiblemente fuera mi historia.
“Querido en verdad lamento mucho lo ocurrido, pero era tan difícil darse cuenta, de la monstruosidad que vio la luz ese día, con perdón, pero esa fue la realidad acontecida.
Considera, que naciste prematuramente, después de un tedioso embarazo de seis meses, donde pocos sobreviven. Pesabas un poco más de cuatrocientos gramos, no se podía detectar pulso alguno en ti y tenias un espantoso agujero en el cráneo que supuraba vestigios de materia gris que impregnaba la placenta y la bolsa roja, donde finalmente fuiste arrojado como un mero resto patológico. Mientras en la cuna, adornada por un gran moño celeste, descansaba oronda la placenta por el solo hecho de lucir mucho más vital que tu espantoso cuerpecito.
Yo mismo, me encargue de llevar bañadita a la placenta ante la presencia de tus padres, ella se encargo del resto, gracias a tu aporte de materia gris, pronto se la observaba prendida al pecho de tu madre, sonriente con su cintita azul adherida a un gonopodio rojo que asemejaba un piecito de bebe. Al tiempo tus progenitores salieron del hospital con ese horror entre sus brazos, contentos de ser padres.
Y vos, que tristeza…Tan desprotegido e inútil, descartado como un desecho del cual la placenta se nutriera, en esa bolsa a la espera de que tu poca vida expirara.
Un recolector de residuos se obstino en distinguir rasgos humanos en la masa de carne informe que tu cuerpo le proponía a los sentidos. Fue así, que ingresaste a la terapia intensiva del nosocomio, donde después de meses, le dieran forma humana a tu cuerpo, para entregárselo a unos padres que acababan de perder su bebe.”
Me desprendí de dicho informe, antes de llegar a la parte de las despedidas y buenos deseos de la anciana, muchísimo más acomplejado que cuando me dirigí a la clínica para mi primera sesión de terapia, mucho más solo, sabiendo que mis padres no habían sido mis padres aunque ellos mismos lo creyeran, sintiéndome alimento de mi propia placenta, experimentando la misma sensación de asfixia que sintiera dentro de aquella bolsa roja, testigo de mi fracasada extinción.
Salgo repentinamente a la calle ahogado por la angustia, cuando por la avenida transitaba el mismo coche de alta gama de siempre, donde una persona, de aspecto repulsivo, arrugado y rojizo se esmeraba por saludarme burlonamente, quizás como una única prueba que confirmaría que en la clínica no me habrían estafado con una historia inverosímil, tratando de implantarme este infortunado recuerdo, que por ser tan antiguo escapaba a mi memoria.





                                  XANTOFOBIA



Venía hoy caminando por la playa sintiéndome como siempre el centro donde todos dirigen sus miradas, cargadas de asombro, una mirada que trato de devolverles, amalgama de recelo, terror y vergüenza, por no poder comprender a esos seres que desde tempranas horas embadurnan sus cuerpos con cremas blanquecinas, asemejando zombis o seres de una tribu maorí que aún no interpreto. Dicen usar protectores solares y buscan rostizarse al sol desde las ocho de la mañana, hasta que oscurece, bajo el manto protector de una pomada, que un laboratorio de dudosa reputación testifica que los salvaguarda de los rayos ultravioletas, uno de los componentes naturales de la luz solar. Sería más fácil exponerse menos tiempo, sin tanto ungüento, de por si carísimos. Y por eso los miro con temor, asombro y vergüenza y ellos me restituyen la mirada en mi breve transitar casi obligado por la playa al ir a realizar alguna dirigencia. En realidad se bien que me miran totalmente sorprendidos pues no comprenden mi intolerancia, mi negativa a que rayos de luz, en la gama del amarillo toquen mi piel. ¿Por que se asombran? ¿O no estamos en igualdad de situación? La única diferencia es que la ciencia les brindo ayuda o placebos, a los temerosos de los rayos ultravioletas y no así a los que temen los rayos solares en su gama amarilla. Es por eso que trato por todos los medios de protegerme, antes de iniciar cualquier actividad al aire libre que me exponga, me calzo mi arnés de espejos prolijamente diseñado por mí, debidamente asido por cinturones de cuero a mi traje amarillo que se encarga de reflejar los pocos rayos de ese maldito tono que pretendan corromper mi piel. Entre el calor del sol, mi transpiración contenida en mi traje de neopreno y el peso excesivo de cantidades de espejos enmarcados, correas, precintos y alambres, suelo caer al piso desvanecido, envuelto en fugitivas figuras caleidoscópicas y seguidamente me siento rodeado de seres con sus caras pintadas de blanco, orgullosos de poder llamarme loco, que aplauden con la intención que me incorpore vívidamente de la desordenada montaña espejada que se formó sobre mi fóbica persona.
Por cada aplauso juro, de ahora en adelante que romperé uno de los espejos retirándolo de mi arnés y le escribiré el nombre de quien me aplauda y me encerraré, por días, en mi cuarto a oscuras, sin ventana alguna que filtre el mínimo haz de  luz y los tocaré a tientas y sabré que ese espejo roto es tuyo, al pasar mi mano sobre el relieve de tu nombre en el vítreo escudo, además sabré que me ayudasteis a liberarme del peso de un espejo, al menos. Y tú sabrás que me has encerrado por días y no sabrás, si me habrás hecho un bien o un mal al aplaudirme.