miércoles, 28 de diciembre de 2016

NARRACIONES

  


                             LA EVOLUCIÓN HUMANA  
DESCRITA POR UN SER          
                                     INHUMANO A MEDIO EVOLUCIONAR 




La teoría que voy a tratar de exponer a continuación, en contraposición a la teoría de la evolución de las especies de Charles Darwin, donde en algún punto se gestan  discrepancias con las creencias religiosas, trata de respetarlas a raja tabla ya que creo firmemente en todas ellas, ya sea la religión que fuera. Y creo por el solo hecho de pensar que si a alguien le sirve o sirvió bienvenida sea, no tengo porque oponerme o contradecirla.

Pero remitiéndome básicamente a la idea que trato de transmitir en está teoría diría para comenzar que Dios creó un ser humano de características homínidas, muy diferentes al humano actual salvo por su naturaleza salvaje y bestial que aún conservamos aunque la neguemos.

Estos seres de características netamente nómadas, ya que se veían obligados a recorrer amplias superficies en busca de su sustento se fueron agrupando en pequeñas comunidades según lazos familiares o simpatía. Tratando de protegerse, los unos a los otros, en lo posible de un mundo agreste que estaba aún por descubrirse, dentro de esas pequeñas comunidades.

Ese  único homínido primario que apenas enderezaba su torso, primer precursor del homo-sapiens, todavía no gestado siquiera en ese mundo en formación, comenzaría a sufrir de manera totalmente casual su evolución a partir de ponerse en contacto con una fuente de poder.

Ocurrió cierta vez, en alguna de las tantas sabanas de Pangéa una tormenta eléctrica de magnitud, que horrorizo por su fuerza a los escasos grupos de homínidos existentes en la tierra, muchos huyeron hacia las montañas refugiándose en cuevas, otros se encaramaron a los arboles más altos, mientras un grupo minúsculo salió a inspeccionar los efectos de tamaño fenómeno.

Entre los innumerables hallazgos, una vez que la tormenta menguara en su furia, pudieron descubrir el poder del rayo y sus consecuencias, revelándoseles, que el rayo los podía dotar del aire que quema y en torno a el pudieron descubrir sus asombrosas y peculiares cualidades y efectos, se percataron que los bosques y pastizales podían arder por completo envueltos por ese aire que quema, en esa vivida tonalidad naranja, entre los despojos que dejaba a su paso recogieron aves muertas, por dichos eventos, que poseían un sabor mucho más gustoso que las aves antes atrapadas y comidas por ellos sin que ese aire naranja las bendijera.

Pronto se fueron acercando a ese poderoso Dios naranja que quemaba de solo mirarlo, que aún ardía en algunas matas y se dieron cuenta que en verdad era un Dios benevolente si ellos los respetaban y sabían cuidar, con el tiempo aprendieron a manejarlo y reproducirlo en sus primitivas antorchas.

El primer símbolo de poder estaba en manos de nuestros antepasados y como toda bestia salvaje que somos, le dimos un uso acorde, sometiendo a la mayor parte de la población que se había ocultado en las cavernas o en las copas de los arboles, patrullando amplias zonas para que esa parte de la población no sea digna de asomarse de sus escondites o bajar de los arboles amenazándolos con ese Dios que llevaban asidos a sus primitivas antorchas, azuzándolos y aterrándolos con este mágico instrumento de poder.

La comunidad que adoraba al aire que quema, su Dios, fue creciendo a través de las generaciones, sometiendo a los seres de las cavernas, que cada vez se fueron recluyendo en las partes más encumbradas de las montañas, aislados de toda comunidad existente, para los homínidos que habían buscado refugio en la copa de los arboles su destino no fue mucho más benevolente, tenían la obligación de arrojar de los arboles cantidades de frutos como impuesto de supervivencia, si no querían que la selva sea quemada y sus grupos extintos.

Con el correr de las generaciones la sociedad que partiera de un origen común y se dividiera a partir de una tormenta fue tomando características evolutivas propias a su nueva condición.

Los adoradores del aire que quema, se tornaron sedentarios ya que eran provistos, desde los arboles, de buena dotación de fruta por sus esclavizados arborícolas. Como habían aumentado la ingesta de la exquisita carne que habían aprendido a bendecir por el aire naranja, también habían desarrollado habilidades superiores para la cacería y consigo necesitaron un mejor sistema de comunicación desarrollando un lenguaje del cual las demás comunidades quedaron ajenos.

No corrieron igual suerte los amenazados arborícolas, que solo ingerían una pocas frutas y hojas de los arboles, tratando de comunicarse entre ellos a los gritos dadas las distancias interrumpidas por las frondosas copas de los arboles.

Los seres refugiados en las cavernas llevaron la peor parte, ante las amenazantes antorchas que los empujaban cada vez  más dentro de las montañas, ejercitaron su musculatura con el objeto de mover piedras tratando de no emitir ruido alguno para no ser detectados.

Está situación mantenida a lo largo de millones de años es el resultado que hoy podemos apreciar en el presente, la especie primigenia sufrió tamaños cambios evolutivos,por lo que hoy día difícilmente se los llega a reconocer como integrantes de una sola especie, de hecho es imposible reproducirlos intercambiando individuos en distinto grado de evolución, dadas las marcadas diferencias. De hecho la cruza entre un mono y un humano en la práctica es imposible, aunque en un apresurado análisis, en el presente, uno dude ante determinados, selectos y particulares especímenes, sobre su procedencia de origen.

Mientras los adoradores del viento naranja formaron la civilización a la cual pertenecemos, nuestros hermanos, esclavizados mediante el empleo de antorchas humeantes, aún continúan siendo los amos del domo de las escasas selvas, llamados despreciativamente por nosotros, simios. Con respecto a nuestros temerosos hermanos a los cuales encerramos, sin piedad, en las más profundas cuevas de las altas montañas, sobrevivieron como un pequeño grupo llamados Neandertales y hoy día se pueden observar algunos ejemplares aislados, de características huidizas llamados yetis.

Pero lamento comunicarles que la evolución todavía no ha terminado y me animaría a decir que es una cadena de procesos sin fin, en esta era, el humano actual ha encontrado una nueva fuente de poder para someter a su prójimo y esa fuente, como todos sabrán es el dinero.

En estos tristes días que estamos transcurriendo, los que tienen acceso a está nueva fuente de poder esclaviza igual que otrora a buena parte de la sociedad a las cuales se les niega el acceso a ella, mediante todo tipo de humillaciones y descréditos. En una concatenación de aberraciones, los que más poderosos se ostentan, hacen creer que la mayoría son iguales a ellos en poder, para entre todos hundir grandes masas poblacionales  en la miseria más absoluta.

De hecho el cambio evolutivo ya está en marcha y puede observarse nítidamente como una persona con el derecho que le da el poder del brillante metal, casi no se entiende dialécticamente hablando con individuos de su especie a los que les fueron negados estos recursos. Mientras los adoradores del brillante metal, hablan distintas lenguas reales y virtuales, los demás seres solo emiten onomatopeyas donde abundan los bisílabos discordes.

El hecho mismo de multiplicarse entre individuos en distinto proceso de la evolución genera, al menos rispideces familiares, lo que lo convierte en un acto no muy bien visto, por ambos sectores.

Es realmente una incógnita evolutiva, cual será a futuro la rama evolutiva que nos precederá, aunque en la actualidad los adoradores del brillo del metal están haciendo todo lo posible, para generar una raza totalmente carente de recursos (he sido testigo, al ver la exasperación que causaba en los adoradores del metal todo intento por asistir a estos grupos, retirándoles, mediante arduas votaciones todo tipo de asistencia),empujándoles vilmente a las profundidades de la cuevas de la ignorancia o bien esclavizándolos en las ramas más retorcidas de la enajenación.

Si estas leyendo estás líneas, es de suponer que integras el grupo de los adoradores del brillo del metal o en algún punto un brillito, aunque sea de purpurina tenéis, pero hay seres tan humanos como nosotros a los que les estamos negando estos derechos para convertirlos en seres, que dentro de centurias no reconoceremos como humanos, tirándoles galletitas tras los barrotes culturales que con esmero estamos construyendo.






EL ESPIRITUOSO SEÑOR ORDOÑEZ (2016) .Narrativa donde se destaca las nefastas concecuencias que infundan ciertas religiones en desvalidas personalidades.





 SEGURAMENT(2016).  En esta narración podemos observar como una separación anunciada por los avatares de la vida es llevada a cabo,de una manera muy sutil.

                              


 INSTRUCCIONES PARA VIAJAR EN ÓMNIBUS (2017) .En este cuento homenaje se describe la forma más singularmente segura de viajar en ómnibus.Según una óptica con matices pretendidamente Cortazianos.

                             






                                                     2020




En mi infancia si bien solía imaginar el futuro de la humanidad con grandes dudas respecto al grado de evolución  que la misma alcanzara al termino de mis días, en verdad que jamás me hubiera aproximado a sospechar el destino final de la misma en aquella lejana, inocente e imaginativa niñez.
Con el correr del tiempo acompañando los adelantos tecnológicos fui apreciando como se iban deteriorando los ideales en las poblaciones, fomentado este deterioro, por lo que después comprendí eran intereses vanos, de carácter económico, manipulados por grandes corporaciones a la distancia. A los dirigentes del mundo no les convenía demasiado que la masa poblacional usara su capacidad para discernir, tratando de confundir a sus habitantes por todos los medios existentes en beneficio de estas siniestras corporaciones a las cuales representaban.
Tal era el grado de confusión en los habitantes,(al menos en el sector del mundo donde me toco vivir), dado que  los territorios estaban limitados unos de otros por líneas imaginarias que si bien marcaban el limite donde un sector cambiaba de nombre, a sus pobladores se les había arrancado totalmente el concepto de Estado y muchísimo menos tenían arraigados el concepto  de Nación, eran como bien les detallo simplemente sectores sometidos a un usufructo comercial, de los cuales sus habitantes no eran participes en sus ganancias, si bien compartían sus pérdidas y trabajaban como esclavos para poder mantenerse con vida dentro del sector donde les tocó en suerte nacer.
Abolido por completo todo resabio del ser nacional incluidas sus banderas, emblemas, héroes patrios y religión solo les dejaban a las masas una camiseta que los identificaría en las prácticas deportivas, por demás fraudulentas y pautadas de antemano, como casi todo en esas épocas, para que la población se sintiera identificada y distinguida bajo algún parámetro, aunque el mismo fuera una descolorida y transpirada camiseta de marca y confección extranjera.
El fraude se amplificaba a la hora en que las masas debían elegir a los gobernantes que los representarían. En esas instancias denostadas las ideologías y los partidos políticos, los resultados eran de características grotescas lindantes con la comicidad, si no pensamos en las consecuencias nefastas de las mismas. En aquellas épocas en las cuales los partidos políticos no existían, los candidatos se agolpaban en  listas consensuadas por conveniencias personales para tratar de concentrar más poder y notoriedad, sin importar demasiado que características tuviera ese alineamiento.
Para darles un ejemplo claro de la confusión reinante en esos años, me viene a la mente una votación donde se le ofrecía a los pobladores de mi sector dos listas presidenciables avaladas por candidatos en pugna, a una de ellas  tuvieron la espectacular idea de denominarla “Juntos” y a la otra, en oposición se la denomino “Todos”. En esa juego de palabras cuasi Maquiavélico, la población trataba de distinguirse entre Emes, ultra emes,  Kas, ultra kas, aunque en la mayoría de los casos nadie asociaba esos tildes con ideología alguna, simplemente apoyaban un poco más o un poco menos las iniciales de algún apellido ilustre o tristemente ilustrado según se pretenda ver, aunque a decir verdad a la gran mayoría no le interesaba demasiado debatir ideas ni ideales. Los acaloramientos surgidos de tales simpatías eran más propios de una burda actuación que de un fervor político  o ideológico sincero, propio de personas de convicciones firmes y era muy notorio a estas alturas de los aconteceres, ya que defenestrados los “ismos” abundaran “los golfos” Cabe recordar que si bien las convicciones personales no habían sido abolidas por completo, la mayoría de la gente tenía sobre un mismo tema varias convicciones para esgrimir según la ocasión y la conveniencia propia. Con lo cual era inútil profesar convicciones.
Entonces bien, estamos en el punto donde la sociedad se ha quedado totalmente huérfana de referentes políticos que no solo le sirvan de guía, sino que lleven a cabo sus ideales socio-políticos y por ende económicos. Es relativamente sencillo de comprender entonces que los individuos despojados adrede de estas pasiones mundanas, adoptaran causas propias para sentirse integrados a algún grupo que les brindara una sensación de pertenencia. Así surgieron fervorosos defensores del vegetarianismo y era relativamente lógico ya que los humanos en algún punto con un “ismo” nos tenemos que identificar y si no hay naciones y gobernantes que te los brinden, tendemos a adoptar “ismos” de lo más extraños.
Dentro de los vegetarianos podíamos encontrar varias ramas doctrinarias y filosóficas, muchas enfrentadas entre sí, estaban los que solamente comían plantas de hojas, tubérculos y legumbres aborreciendo a los que profesaban que era saludable hincarle el diente a un huevo de vez en cuando. Todos ellos tenían en común el hecho que eran despreciados, ridiculizados y de alguna manera burlados por quienes adoptaban una dieta variada, donde no tenían empacho en incluir las carnes entre otras cosas, dentro de sus dietas. Todas estas facciones hacían caso omiso de los pobres que comían salteado y solamente lo que podían conseguir, esos no sufrían ningún tipo de burlas, eran lisa y llanamente ignorados y excluidos por todos.
Estos grupos antagónicos en lo  que a gastronomía se refiere, salían a realizar marchas por las calles de las ciudades para concientizar al resto y sumarlos a sus filas, así por ejemplo los días lunes, salían los vegetarianos con sus camisetas verdes que los destacaban del resto y los omnívoros salían los martes evitando las lógicas refriegas que pudieran producirse en semejantes eventos. Aunque era de suponerse que en medio de la manifestación aparecieran los vegetarianos adeptos al consumo de huevos disfrazados de pollitos arremetiendo a los huevazos contra los vegetarianos ortodoxos.
Los excluidos no tenían punto de reunión donde manifestarse, ni consignas en sus camisetas raídas, solo se podían apreciarse bien marcadas sus costillas y en sus facciones se podía distinguir el odio acumulado hacia las personas que tenían la oportunidad de poder llevarse algo digno a la boca.
Lo mismo ocurría en cuanto a las preferencias sexuales, la población estaba agrupada en quienes preferían tener sexo con personas de su mismo sexo, sus manifestaciones eran muy populosas y coloridas. Decían pertenecer al grupo de “los alegres” y se identificaban con banderas multicolores  y se discriminaban mutuamente con las personas que disidían tener sexo con personas del sexo opuesto, que vendrían a llamarse “tristes”, aunque no lo enarbolaran. Quienes tenían sus apetencias sexuales volcadas hacia los animales y plantas eran mirados con extrañeza y denostados por todas las comunidades existentes. Los onanistas eran considerados sin ir más lejos, unos ególatras dignos del desprecio general, en sus banderas podía observarse una tosca mano peluda.
Se podía dar el caso que dos personas congeniaran muy bien en cuanto a sus gustos gastronómicos, pero se distanciaran en sus apetencias sexuales o viceversa lo cual a medida que las fervorosas causas se multiplicaban, era prácticamente imposible que nadie tuviera diferencias insoslayables con su prójimo, por lo tanto los hechos de discriminación iban creciendo, aumentando en gran cantidad los expedientes en los juzgados de la época.
Para cada aspecto de la vida, para cada gusto, para cada costumbre, para cada defecto o moda existía entonces  un grupo que lo representaba aunque no sé muy bien si lo contenía. Uno de los grupos más discutidos en los últimos tiempos eran los que profesaban su adhesión hacia el aborto, representados por sus pañuelos verdes desarrollando marchas bastantes ruidosas en las que se podían observar cantidades de ancianas gritando que querían una ley que les permitiera abortar, no quedándome muy en claro que cosa pretende abortar una mujer que supera la edad fértil. Tampoco me brindaban seguridad quienes se oponían al aborto pues se desentendían de los niños abandonados en las calles a su suerte y los marginaban alejándolos de sus cercanías, con crueldad y desprecio.
Los calvos, los barbudos, los ciegos, los defectuosos (a estos no podía llamárselos así, tan lisa y llanamente, eran llamados personas con habilidades diferentes), lo cual los hacía sentir pletóricos y te evitabas un juicio, por ofenderlos. Todos tenían en común el hecho de sentirse representados por un grupo, pertenecer al mismo y tener otros tantos grupos en oposición, con quienes rivalizar y si se quiere litigar.
Era muy común en aquella época observar propagandas televisivas de champú (para dar un ejemplo), donde el modelo era totalmente pelado. ”Usa Boreal todos los días y queda así de calvo”, era uno de los slogan que me vienen en este instante a la memoria. El producto quizás no incrementaría sus ventas pero al menos, la empresa quedaba bien con el grupo de los calvos evitando litigios indeseables con dichos grupos y sumando adeptos de otros grupos por comprender que esa empresa no discriminaría a nadie, salvo a quienes no tuvieran plata para pagar el producto, que deberían lavar su cabeza con querosén obteniendo resultados similares a si hubieran utilizado el promocionado producto.
Cuando el año estaba por culminar aparecían en tamaña bizarra escena los grupos que fomentaban la prohibición de incluir pirotecnia en los festejos de fin de año, aduciendo que irritaba a los autistas (incurriendo en un acto de discriminación hacia los autistas pues se estaba poniendo de manifiesto que los autistas serian al menos irritables, no siendo como los demás) y espantaba a los perros otorgándoles a los mismos la categoría de espantables que los ubicaba a la altura de las moscas, por ese motivo muchos dueños de perros presentaron querellas, unos por sentirse ofendidos en la comparación y otros por sentirse espantados. Dentro de ese numeroso grupo de defensores del silencio en las fiestas de fin de año, se podía distinguir (por sus audífonos) cantidades de hipoacusicos, lo cual dio surgimiento a una división entre ellos mismos ya que estaba el hipoacusico que no se quejaba del ruido, que era considerado un impertérrito hipoacusico y el hipoacusico que se sentía molesto por el ruido que acarreaban los festejos, que era considerado el típico sordo de mierda, que rompía las bolas en las fiestas; aunque todos evitaban decírselo pues igualmente no te escucharía y perderías tu tiempo. El otro grupo obviamente haciendo caso omiso, tiraba cohetes y festejaba a rabiar sin importarle demasiado si alguien se sentía molesto.
 En este dos mil veinte era común observar grandes oradores en Congresos y Asambleas con discursos de tonada mífica o tartamudeante, pero nadie parecía percatarse o bien estaba ya asimilado en la conciencia colectiva que tartamudos y mificos también tenían derecho de expresarse en dichos eventos, aunque al resto le costara horrores el intentar comprenderlos.
En los cargos presidenciables generalmente se trataba de elegir al que más apariencia de estúpido tuviera, ya que en la comunidad estaría bien visto que un idiota pudiera llegar tan alto a pesar de su situación. La población no solo se sentía orgullosa por no tener características discriminatorias, sino que también tenía excusas a la hora que ese gobernante llevara al sector a la quiebra financiera y con ello sumara en el quebranto a todos los pobladores que lo hubieran votado. La excusa era evidente: “ Hemos votado a un estúpido, era lógico que termináramos mal, pero no segregamos a nadie”
Del otro lado, del lado de la incordura estaban los locos que observaban atónitos a los cuerdos en su incoherencia tan coherente capaz de engañarse así mismos al punto de no reconocer si realmente son cuerdos haciendo locuras o locos queriendo hilvanar coherencias. Pero ellos no manifestaban estaban aislados en nosocomios medicados para  intentar comprender estos tiempos.
Olvidados hasta por sus parientes más allegados, deambulaban lacónicos entre los pabellones en una marcha sin estridencias, más allá de algún alarido esporádico, hacia la muerte. Pero aún, de ese olvido enajenado se fue gestando entre los pacientes la idea de esgrimir la locura como una potestad, como un patrimonio del cual sentirse orgulloso.
El orgullo iba creciendo en ellos no solamente al observar por los barrotes del nosocomio, las batallas campales de corte bizarro que los cuerdos solían desatar afuera del mismo, por motivaciones tan incomprensibles como podía ser una gresca entre terraplanista y fieles seguidores del huevo de Colon.
La autoestima se les iba elevando a medida que se percataban que no solo sus conductas eran más coherentes, comparadas con los llamados cuerdos, sino que eran objeto de estudio. Es decir se comenzaron a sentir muy útiles, más que útiles indispensables, pues estaban ayudando con sus cuerpos a la ciencia. Se percataron no solamente que miles de personas los estudiaban, sino también que discutían divididos en distintas corrientes doctrinarias referidas a la forma de tratarlos.
Se dieron cuenta que sobre sus osamentas se estaba apoyando todo un gran negocio del cual ellos aportaban su “incoherencia”. Con lo cual les surgió la idea que no solo eran merecedores de un mejor trato, sino que también les correspondía una porción importante de los dividendos millonarios que su industria generaba.
Con el pecho inflado esperaban la hora en que los disfrazados de blanco los auscultaban tomando ávidos la medicación que ya sabían que si bien los atontaba no los despojaba ni por un instante de su patrimonio académico, su bien custodiado permanecía intacto. De a poco fueron ganando terreno dentro de las instituciones psiquiátricas a fuerza de demandar mejores condiciones de vida y obtuvieron además, una paga, en un sueldo no menor a los disfrazados de blanco que se nutrían de sus cuerpos como estudiantes ávidos de libros ingresando a una gran biblioteca. Fue entonces que dentro de los locos surgió también una profunda grieta, los que estaban internados en manicomios que gozaban de buenos sueldos, excelentes cuidados y eran objeto de estudios, consultas y congresos y los que estaban fuera de ellos, temerosos de ser internados, asumiendo sus locas vidas con total normalidad, esforzándose inhumanamente por asumir los quehaceres cotidianos desde la imposibilidad absoluta para llevarlos en buenos términos, tratando de llevar sus hogares adelante con “total normalidad”, teniendo sus casas bajo un descontrol absoluto, así como sus vidas mismas, nucleándose en paranoicas parejas, cometiendo el acto más irresponsable, el de procrearse y prolongar su disparatada genética por cinco generaciones más, en un acto de absoluto desprecio al prójimo. Los integrantes de estas dos comunidades emparentadas ni se reconocían, ni se identificaban por temor a no estar en lo cierto.
También existía otro grupo los que no soportaban a ninguna de las facciones existentes, los que más sufrían. Pobres ángeles sensibles que decidieron no ser ni participes ni observadores de este irremediable punto en que la humanidad había caído. Ellos calladitos en sus cuartos resolvieron marcharse, muchos drásticamente, otros de a poco se iban apagando consumiendo drogas ante la impotencia de sus familias que no sabían cómo lidiar con esos seres dedicados a silenciarse metódicamente mirando imaginarias luces de colores.
Yo pertenezco al grupo de los locos consientes, los que no están encerrados ya que no creen en el valor agregado de su locura, pero tampoco se esmeran demasiado en tener una vida de cuerdos, ya que reconozco no estar a tono con ellos. Yo simplemente soy el loco que escribe. Me gustaría saber: ¿Vos a que grupo perteneces, en que lugar de tantas grietas en que se fracturo la sociedad te sentís cómodamente identificado, si caíste dentro de ella, si te tiraste, si te empujaron? Sea donde fuera que estés parado no te vayas ahora, dicen que en las próximas décadas, las cosas cambiaran y todos estaremos enrolados en un solo grupo, aunque no alcanzo a imaginar en cuál de ellos, uno siempre anhela estar entre los pocos que sobrevivan a tamaño aquelarre.