Al poco tiempo de conocer a Aurelia, es que
comencé a creer que habiamos simpatizado casi inmediatamente ya que en
un par de meses de habernos conocido estábamos compartiendo un
departamento en un barrio céntrico de Buenos Aires. En realidad llegue a
pensar que teníamos costumbres muy semejantes, aunque ambos teníamos
nuestras particulares formas de ver la vida. Por mi lado yo ostentaba
una filosofía de características bohemias, sin ninguna obligación que
me impidiera disfrutar la vida, según se me antojara. Por parte de ella
tampoco tenia necesidades que le permitieran disfrutar la vida, me
causaba gracia su estricta ortodoxia, el buen manejo de la lengua de sus
padres el dialecto bosnio (autoglotónimo bosanski jezik) que tengo
entendido, es una de las variantes del serbocroata estándar, para ser
más preciso, por lo cual la mayor parte del tiempo no llegaba a
comprender que mierda pretendía decirme, lo cual trataba de disimular
dándole la razón.
Si bien algunos comportamientos me eran
impropios y no compartíamos los mismos gustos, esas diferencias las
atribuía al hecho de haberse criado dentro de una familia religiosa,
ajena a mis creencias. Contemplaba además que su llegada al país había
sido traumática, pues sus padres la habían traído a América escapando de
la guerra de los Balcanes. Con el transcurrir de los años fui
interpretando con mayor facilidad sus expresiones idiomáticas, aunque
llegado el caso, para no entrar en discusiones terminaba por decirle que
si, a casi cualquier propuesta que viniera de su parte. Salvo la que me
realizara aquella noche.
Recuerdo que se me aproximó con esos enormes
ojos negros, de inconfundible genética, propia de los descendientes de
esa región europea donde bosnios y kosovares echaron sus raíces y con
esos entreveros de erres en su boca, que los solía utilizar con la
soltura igualable a la que uno suele hacer uso de una vocal, en una
especie de zumbido “brzo” digno de un abejorro apunto de entrar en lucha
con una araña.
Querrrido, esta noche yo dar clases de bosnio
en una confitería a un muchacho argentino que pretende viajar a Kosovo.
–Me sorprendió diciéndome.
¿Y por que no lo traes acá al viajero y le das clases más cómoda? –Le conteste de inmediato.
A el, cuesta viajarrrr, mucho lejos y a mi me viene bien ejercitar la lengua para no perderla y cobrarrrr unos pesos.- Me respondió con cara de culpabilidad manifiesta.
Si anda tranquila donde quieras ¿A que hora vas a salir? –Le terminé de responder con marcado enfado.
Me espera a las once de la noche, en un bar de la calle Corrrrrientes, entre Flórrrida y Viamonte, te dejo anotada la dirección, amor. -Acercándome un papel escrito
Bien, que te diviertas.-la despedí, tratando de evitarme su beso
¿Y por que no lo traes acá al viajero y le das clases más cómoda? –Le conteste de inmediato.
A el, cuesta viajarrrr, mucho lejos y a mi me viene bien ejercitar la lengua para no perderla y cobrarrrr unos pesos.- Me respondió con cara de culpabilidad manifiesta.
Si anda tranquila donde quieras ¿A que hora vas a salir? –Le terminé de responder con marcado enfado.
Me espera a las once de la noche, en un bar de la calle Corrrrrientes, entre Flórrrida y Viamonte, te dejo anotada la dirección, amor. -Acercándome un papel escrito
Bien, que te diviertas.-la despedí, tratando de evitarme su beso
Me percaté al instante que la bosnia me estaba
engañando de la peor manera y que tarde o temprano le tendría que dar
una salida a la relación, desde ese momento para mi cuestionada
seriamente.
Así fueron pasando un par de meses, donde sus
ausencias se cumplían rigurosamente desde las diez y media de la noche
hasta bien entradas las dos y media de la mañana, todos los martes y los
viernes.
Aunque yo aparentaba no darle importancia a la
situación, en el fondo estaba ocasionándome un gran daño, pues yo
estaba realmente enamorado de ella a pesar de no comprenderla muy bien,
en muchos aspectos y obviamente el hecho de que descaradamente se me
valla con otro hombre por las noches, aduciendo que estaba enseñando
bosnio, para no perder su lengua natal, me sacaba de quicio. Además me
da una dirección como si fuera tan estúpido de creer que la encontraré
allí. Este aspecto de Aurelia, lo estaba empezando a conocer y realmente
no me gustaba en lo más mínimo.
Me solía pasar la noche revolcándome en la
cama a la espera de su llegada y cuando la sentía llegar, era como que
me hervía la sangre, me moría de ganas de agarrarla del cuello y
preguntarle si sabia lo que estaba haciendo, si pensaba quizás que yo
era un tarado. Si deseaba destruir de una buena vez la relación o
esperaba que yo lo hiciera.
Ella se solía parar delante mío y quedarse
unos minutos mirándome “dormir”, apenas llegaba. Para luego también
acostarse sin antes susurrar “Mi amorrr, si supierras cuanto te amo”.
Seguramente repleta de culpabilidad y remordimiento.
El amanecer marcó el comienzo de un nuevo día,
un día que seguramente sería monótonamente igual a los anteriores, yo
tratándole de escaparle para no tener ni siquiera que hablarle,
contestándole con evasivas y a veces de mal modo y ella pareciendo no
entender el porque de mi cambio de conducta. Una situación que
evidentemente no se podía prolongar mucho más en el tiempo y a la que yo
tendría que darle un punto final.
El viernes llego y está vez yo iría a la
confitería donde me decía daba su clase, después que ella, para encarar
el problema y darle su inminente final.
Así lo hice estacione mi auto frente a la
confitería donde la podía ver a ella sentada en una mesa en una
animadísima charla, con alguien que desde mi posición no podía observar
pues justamente una columna me lo ocultaba.
¿Así que acá es el punto de reunión? Luego
seguramente se subirá a su coche y partirán a un hotel de los que
abundan por la zona. ¿Que se pensará, que no se como resolver esta
situación? Entraré a la confitería y lo voy a sacar a trompadas a la
calle, le voy a enseñar toda la lengua de golpe, cuando lo deje
ensangrentado en el piso. Son casi la una de la madrugada, el local está
vacio, al igual que las calles y ella de gran jolgorio
Esa perra, más vale que no intente ninguna de
sus mal habladas explicaciones, pues ya no la escucharé. Hoy se termina
está jodita, que lleva semanas comiéndome la cabeza, esto se resuelve
así de fácil. Lo tendría que haber hecho de entrada, no me explico
porque deje pasar el tiempo. Dejando crecer está relación repulsiva,
pensaba en mi interior, mientras crecía mi furia.
Cerré la puerta del auto dándole un portazo,
me bajé, del mismo, sin percatarme que un fuerte temporal de lluvia y
viento se había despertado en la ciudad.
Empuje las puertas de la confitería con total
vehemencia, ante la mirada sorprendida del único mozo que dormitaba en
la barra y encaré hacia el fondo del local donde se la podía ver a ella
reírse, entretenida en su charla.
Llegué hasta este sitio, estoy dispuesto a
todo para terminar con esta farsa. Estoy preparado para lo peor, ahora
me conocerán y hasta me terminaré de conocer yo mismo. Saldré de este
lugar sabiendo hasta donde soy capaz de llegar, pensaba en mi frenética
caminata
La columna dejaba de a poco de ser obstáculo
para que yo pudiera divisar a mi enemigo, les juro que en mi vida
hubiera imaginado un enemigo así. No se como describirlo, pero comprendí
que era un enemigo al que jamás lo podría vencer, un enemigo que
tendría que aprender a quererlo porque formaba parte de su persona, al
igual que su lengua. De hecho hubiera preferido encontrarla mil veces
con otro hombre.
¿ Amorrrr, para que venistes hasta aca? – Me dijo sorprendida, mientras me miraba con su rostro iluminado por el amor.
Te vine a buscar cielo, está lloviendo a cantaros y no has traído paraguas.-Alcancé a decirle, aún sintiendo que un nudo en la garganta me estrangulaba.
Grrrrracias, amorrrrr, vamos, justo ya terminé la clase.
Si, está bien, vamos a casa amor.
Esperrra un momento que te presento a mi alumno. – Me dijo señalándome una silla vacía, que la enfrentaba.
Te vine a buscar cielo, está lloviendo a cantaros y no has traído paraguas.-Alcancé a decirle, aún sintiendo que un nudo en la garganta me estrangulaba.
Grrrrracias, amorrrrr, vamos, justo ya terminé la clase.
Si, está bien, vamos a casa amor.
Esperrra un momento que te presento a mi alumno. – Me dijo señalándome una silla vacía, que la enfrentaba.
El mozo, me hacia señas desde atrás del mostrador, pidiéndome que me aproximara a la barra.
Discúlpeme, hace meses que viene y se sienta
sola, en el mismo sitio. Hay días que se pide un café, la mayoría de las
veces no consume nada, ya la conocemos. ¿Usted la conoce? – Me
pregunto, en vos baja.
Recién amigo, aunque ya la venía amando desde hace tiempo, disculpa si te molestó y decime cuanto te adeuda.
No faltaba más, la casa invita, no se haga usted ningún problema.
Gracias, amigo. – Contesté empapado por la lluvia. Y consternado por la realidad
Recién amigo, aunque ya la venía amando desde hace tiempo, disculpa si te molestó y decime cuanto te adeuda.
No faltaba más, la casa invita, no se haga usted ningún problema.
Gracias, amigo. – Contesté empapado por la lluvia. Y consternado por la realidad
Me aproxime a la mesa donde ella estaba aún
juntando sus cuadernos y guardándolos prolijamente en su bolso, uno a
uno, mientras ultimaba los detalles para dejar el lugar.
Esta lloviendo a cantaros, mi vida. Corramos al coche.- Le sugerí.
Quierro caminar amorrr, me cansó la clase y quiero despejarme un poco, vamos, si. Amorrr, me gusto mucho que me vinieras a buscarrr, prométeme que vendrrras siempre a buscarrrme.- Me respondió dulcemente.
Quierro caminar amorrr, me cansó la clase y quiero despejarme un poco, vamos, si. Amorrr, me gusto mucho que me vinieras a buscarrr, prométeme que vendrrras siempre a buscarrrme.- Me respondió dulcemente.
- Si mi vida a donde vayas, te lo prometo.
Abrazados emprendimos el regreso a través de
la tormenta, hubiera esperado encontrar cualquier cosa en la confitería
menos lo que realmente había encontrado.La abrasé más fuerte convencido
totalmente que sería mía para siempre, mientras ríos de agua caían de
mis ojos.
AURELIA – SUS TRAPISONDAS -
AURELIA – SUS TRAPISONDAS -
Daba verdadero placer, ver con que
meticulosidad recorría mi querida Aurelia los supermercados en búsqueda
de trapos de piso. La recuerdo revolviendo las góndolas, desacomodando
en forma desprolija los trapos de piso, mientras palpaba su textura
queriendo comparar las diferentes calidades en exposición, en un ritual
que a veces podía durar horas, para retirarnos del local sin efectuar
compra alguna. Pues en otro local seguramente tendrían el trapo de la
exacta calidad por ella requerida y así nos retirábamos ofuscados del
negocio y recalábamos en otro, donde el ritual se volvía a repetir.
Después de mucho recorrer tiendas y ya con los pulpejos brillosos de
tanto valorar la textura de los nobles trapos de piso, ocurría por lo
general el evento más maravilloso que he visto manifestarse en un rostro
humano. Sus pupilas se solían expandir hasta abarcar la totalidad del
iris, mientras sacudía su cabellera en un rítmico contoneo típicos de
una ceremonia de candomblé. Y yo miraba atónito su gozosa reacción,
mientras blandía el trapo como quien conquista la bandera de un bastión
enemigo.
Una vez que ingresábamos con el “trofeo”
recientemente adquirido a nuestro hogar, se la podía observar hasta
altas horas de la noche, lavándolo minuciosamente, secándolo
prolijamente con la plancha, almidonándolo y guardándolo bien doblado,
en un lugar del armario donde por lo general me era imposible acceder.
Cierto día se me volcó accidentalmente el vaso
de la cafetera en la cocina, esparciéndose todo su contenido por el
piso de la misma, mi reacción inmediata fue la de fijarme en el armario,
revolver un tanto sus estantes, hasta dar con el esquivo trapo de piso y
proceder a secar el desastre que imprevistamente había ocasionado en el
piso de la cocina. En el ínterin, mientras trataba de secar el piso,
Aurelia regresó de realizar las compras para el almuerzo. Me miro
fijamente mientras, sus grandes ojos se iban achinando y ubicándose en
forma oblicua en el rostro, en una transfiguración solo comparable a la
mirada vacía de un pit bull terrier íngles, antes de su inminente
embestida.
Me arranco intempestivamente el trapo del piso, mientras lo miraba y me miraba amenazante.
¿Que te pensás que estas haciendo? -Me encaro desorbitada.
Nada, nena, se me volcó la cafetera, pero ya seque la mayor parte del piso, no te preocupes –Le contesté con animo de apaciguarla.
¡No entendés, no entendés nada, el piso está sucio! ¿No ves que me ensuciaste el trapo de piso? –Me preguntaba, evidencia en mano.
Si, entiendo, pero…¿Para que carajo sirve un trapo de piso, sino es para secar el piso? -Le conteste pretendiendo aclarar el tema.
¿No te llegas a dar cuenta, que el piso esta sucio? –Me grito acaloradamente.
¿Y con que se supone, que seque el piso sucio, si no es con un trapo de piso?-Le pregunte intrigado, por su manera de valorar al por mi, vilipendiado trapo.
Usa tus camisas viejas, para esas cosas o las nuevas…Pero los trapos de piso no me los toques más.-Me regaño para dar por terminada la controversia.
Nada, nena, se me volcó la cafetera, pero ya seque la mayor parte del piso, no te preocupes –Le contesté con animo de apaciguarla.
¡No entendés, no entendés nada, el piso está sucio! ¿No ves que me ensuciaste el trapo de piso? –Me preguntaba, evidencia en mano.
Si, entiendo, pero…¿Para que carajo sirve un trapo de piso, sino es para secar el piso? -Le conteste pretendiendo aclarar el tema.
¿No te llegas a dar cuenta, que el piso esta sucio? –Me grito acaloradamente.
¿Y con que se supone, que seque el piso sucio, si no es con un trapo de piso?-Le pregunte intrigado, por su manera de valorar al por mi, vilipendiado trapo.
Usa tus camisas viejas, para esas cosas o las nuevas…Pero los trapos de piso no me los toques más.-Me regaño para dar por terminada la controversia.
Después de aquel evento con el correr de los
años habremos comprado cientos de trapos de pisos y quizás unas cuantas
camisas. Y siempre se podía observar una camisa junto al secador de
piso, dispuesta a ser usada en los quehaceres de limpieza. Y jamás volví
a tener acceso al armario donde se guardaban cientos de flagrantes
trapos de piso pues un enorme candado con combinación numérica, me lo
impedía.
No creo que quien me lea llegue a comprender
la tremenda emoción que me causo Aurelia, el día que se cumplía nuestro
decimo aniversario de casados, cuando me sorprendiera con uno de sus
regalos más preciados. Envuelto en fino papel de regalo, adornado con un
hermoso moño con la forma de un corazón, me esperaba un fino trapo de
piso.
¿Aurelia, no me digas que este regalo es para mi? –Le pregunte sorprendido
Si, mi amorrrr, te lo mereces porrr tantos años juntos.- Me contesto abrazándome dulcemente.
¿Pero estas segura?¿ Me vas a regalar un trapo de piso? Un trapo para mí…-Quise que me lo ratificará, pues no podía creerlo.
Si mi amorrrr, ahora ya tienes un trapo de
piso propio, puedes guardarlo en el armario junto a los míos. Esperá que
antes te lo lavo, plancho y almidono. No lo vallas a ensuciar-Me
advirtió mientras me miraba radiante, con su carita de nena enamorada.
AURELIA - SUS BRACITOS –
Una de las insólitas sorpresas que me he llevado al tiempo de conocerla, fue el palpar que su cuerpo en determinadas épocas del año, se volvía esponjoso, absorbente, pero no como una de esas esponjas que uno termina usándolas en el baño, sino como un osito de peluche suave y tierno que tiene la avidez de absórbete la vida, una maquinita imparable de devorar tiempos y si digo tiempo, me vincula inmediatamente con el espacio en el que ese tiempo transcurre, por lo tanto lejos queda la comparación con una esponja solo capaz en su afán, de absorber líquidos y tampoco la figura del osito de peluche estaría bien instaurada, por lo tanto esa ternura se me desdibuja por completo.
Solo se, que de entre sus ropas suelen salir miles de bracitos que tratan de asirse a todo, a un recuerdo de infancia, a alguna situación pasada, que si la analizamos nunca ha existido o al menos no existió en la forma como ella suele describirla. Lo cual, te obliga a una corrección del pasado, como si se pudiera corregirle el pasado, sin destrozarle el presente.
Y en esa maraña de bracitos se sitúa uno, conversando con no sé quien, de que cosa, de hace una parvada de años atrás, con esa melancolía y esas ansias de abrazos que estrechen tantos bracitos ávidos de recuerdos. Y esa situación es tan inusualmente linda, que te invita irremediablemente a llorar.
¡ AURELIA Y LA RPM ! (Revisión
parámetros médicos)
La semana había comenzado compleja, de una complejidad que presagiaba un derrotero hacia sitios impensados, aunque si nos apartamos un poco de los misterios en que la literatura te hace recaer, de impensado realmente tiene poco y nada ya que conozco cada sitio por donde transitara mi penoso derrotero.
Todo comenzó con el llamado telefónico de una de las hijas de Aurelia, que acusaba tener dolores de panza. Siempre me sentí intrigado por saber que significaba el concepto de panza dentro de ese idioma extraño mezcla de bosnio y marciano, que tanto Aurelia como sus hijas hablaban con tal rapidez que jamás lograban entenderse entre ellas, ni con los demás. Pero era evidente que dolía y dolía de una manera que la distancia no me disminuía sus pesares, aunque poco puede uno hacer con un dolor de panza, cuando no se sabe que es exactamente la panza, se esta a quinientos kilómetros de esa panza y la dolosa panza pertenece a una mujer de cuarenta años, hecha y derecha, que debería saber bien que hacer con ella.
No había mucho más en lo que uno pudiera intervenir o ayudar, aparte de observar como Aurelia aumentaba su estado de tensión marcándosele las venas del cuello, que podían verse palpitar cuan tentáculos de pulpo a segundos de derramar su temida y espesa tinta. Con respecto a su hija, lo único que se me ocurrió hacer fue arrodillarme a rezar a San Espedito, para que lo mas rápido posible evacuara ese gas que le estaba dando vuelta por las tripas y que me estaba volviendo mucho mas caóticas que de costumbre mis actividades cotidianas, complicadas de por si.
Por suerte Dios se apiado de mí escuchando mis plegarias pues a la noche Aurelia recibió el llamado de su hija contenta por haber podido evacuar flagrante sorete duro, que la liberaba de cuanta conjeturable patología se le ocurrieran durante ese astringente día. Y con ese demonio inerte, rendido a su destino, despidiéndose de inodoros lejanos, también se aflojaron las tensiones de Aurelia, ocasionándole la descompresión habitual de sus nervios, músculos y tendones con el consabido dolor de espaldas, cuello, cintura y todo lo que pudiera doler después de tamaña descompresión, solo comparable a una subida estrepitosa de algún incauto buzo desde profundidades imposibles de despresurizar adecuadamente.
El día termino con una consulta nocturna al médico de cabecera para que emitiera opinión sobre las dolencias de Aurelia, a la cual yo ya me había dejado de oponer por considerarla inevitable. El doctor Chukilaster, la recibió mitad dormido, mitad tarado como de costumbre independientemente del horario en que lo visitemos y por temor (propio de los médicos de hoy día), de perder el titulo, de comerse un juicio o de que lo caguen bien a trompadas, le receto una serie de excesivas radiografías que abarcaban desde la uña del dedo gordo del pie, hasta la punta de los pelos, para descartar que hubiera una hernia de disco. Para que… La posibilidad remota de tamaño diagnostico más que hernia de disco sonó en mis oídos como un long play completo de Black Sabbath, donde Ozzy Osbourne se empecinaba en repetir la palabra paranoia a los gritos en mi oreja.
Y así fue, tenia encima la tormenta perfecta y yo con un gorrito playero y un patito inflable. Esa noche no dormimos hasta que me ofrecí, gentilmente (una gentileza más hacia mi persona, que otra cosa),a ir a retirar el turno correspondiente para que le efectuaran las radiografías, que se empezaban a repartir a las cuatro de la mañana hasta las cuatro y treinta, gracias a la bondad que nuestro gobierno manifiesta para quienes no tienen dinero para pagarse sus radiografías.
Llovía, pero con esa finura en la que nunca se alcanza a divisar si es realmente lluvia, bruma marina, niebla, humo o te escupen de arriba, lo cierto que iba preparado con mi gorrito de lana con orejeras y el stickers de Betty Boop, mis medias de distinto par (igualmente se me irían a mojar en el camino),y mi par de zapatillas (las que están agujereadas de costado, las que tienen agujeros abajo las deje en casa, para que no me entrara el agua),soy loco pero no boludo.
Así camine durante dos kilómetros, la distancia que transcurre entre el hospital y nuestro departamento en una especie de nube, que simulaba el camino al purgatorio, solo acompañado por el ruido de las olas del mar que rompían a escasos centímetros míos. En junio el clima empeora en estas latitudes y el frio y la humedad en verdad se hacen sentir demasiado, como para darse semejante paseíto en plena madrugada. Pero a veces las cosas hay simplemente que hacerlas, a pesar de no tener auto y que las remiserías abren después de las seis de la mañana, el mismo horario en que comienza a transitar el colectivo interurbano de la zona, llegue finalmente ante la mano piadosa del empleado del hospital que me diera el último número que le quedaba. Ahora si, una vez que me aferre al dichoso numerito, solo restaba esperar hasta bien entrada la tarde a que me dieran el turno de acuerdo a la especialidad que yo requiriera. El número era solo el derecho a poder pedir turno, un vericueto que tiene el sistema estatal para ir sacándose de encima pacientes, ya sea porque se mueren en el intento o bien se curan de espanto antes de ser asistidos.
Como yo cuento con el tiempo del mundo, me senté en una primera fila debajo de un tremendo plasma y mientras comenzaba a ver las noticias del día dormitaba de a ratos, mientras las horas iban pasando.
Así la mañana se convirtió en tarde y todavía me restaban doscientos números para ser atendido, ya no podía dormitar ya que una cierta inquietud se estaba apoderando de mí. Quizás las repetitivas noticias del aumento del riesgo país me pudieron inquietar un poco, ya que cuando comencé a ver las noticas dicho índice usurario estaba en novecientos noventa y seis puntos y a estas horas de la tarde ya había pasado los mil nueve.
El riesgo país debería preocuparle más a los usureros internacionales secuaces del malhechor gobierno moroso incobrable de turno, que a la población, pues dicho índice indica que la deuda se la terminara pagando Magolla al fondo monetario internacional, cuando excede cierta puntuación. No comprendo porque me lo ponen a mi, al índice, junto a la temperatura y la humedad ambiente, pero al fin.
Aunque la verdadera inquietud que me embargaba era el saber que Aurelia estaría preocupada y chocaría contra mi fobia hacia los teléfonos celulares que por suerte me mantienen totalmente incomunicado cuando salgo a divertirme, como ahora lo estoy haciendo.
Casi era como que no tenia ninguna duda que ella pronto irrumpiría por la puerta del hospital desatándome un escándalo, de hecho ya había mirado varias veces hacia la puerta de entrada antes de que ambas hojas se abrieran de repente como solo ella sabe abrirlas.
¿Se puede saber que estas haciendo acá? Saliste en la madrugada, no eran las cuatro cuando te fuiste. ¿Que diablos estas haciendo sentado acá, no te das cuenta que son las dos de la tarde? - Me gritaba Aurelia, ante el silencio denso y expectante de toda la sala de espera del hospital que presagiaba un cachetazo.
Para no tener que darle el gusto a la multitud, por tener demasiada experiencia a la hora de sacar números en hospitales, clínicas, nosocomios, etc. Trate de no inmutarme en lo mas mínimo y retirándome prolijamente mi gorrita de lana de Betty Boop, le dije a Aurelia con total naturalidad que había venido a mirar un poco de televisión a esa sala. Con lo cual desestructuré a Aurelia totalmente, a tal punto que se me quedo mirando, con esos ojitos chiquititos y rojizos de Bull terrier, al que le sacan el plato de comida de las fauces.
Y …¿Porque vienes a ver televisión al hospital? ¿Porque no la miras en casa? - Me pregunto sorprendida.
Porque acá tienen un plasma mucho mas grande Aurelia y se ven las noticias mucho mejor. Le respondí, con total naturalidad.
Que bien, no sabia… ¿Pero si casi no miras televisión en casa? –Preguntaba Aurelia desconfiando de mi sinceridad.
Por eso mismo Aurelia, no es lo mismo ver televisión en un televisor de veinte pulgadas, que verla en un hermoso plasma de treinta y nueve pulgadas. Es por ello, que cuando quiero ver televisión, me hago una escapadita al hospital. –Ufff, pensaba para mis adentros.
¿Vamos a tomar algo? Ya se me pasaron los dolores pero igualmente me fui a hacer una placa a una clínica privada, me dijeron que no tengo nada. -Me anoticiaba Aurelia.
Mañana, tengo turno con la psiquiatra. La termino de rematar.
Si vendría bien un cafecito con unas gotitas de cianuro y dos medialunas…Amor.
Porque acá tienen un plasma mucho mas grande Aurelia y se ven las noticias mucho mejor. Le respondí, con total naturalidad.
Que bien, no sabia… ¿Pero si casi no miras televisión en casa? –Preguntaba Aurelia desconfiando de mi sinceridad.
Por eso mismo Aurelia, no es lo mismo ver televisión en un televisor de veinte pulgadas, que verla en un hermoso plasma de treinta y nueve pulgadas. Es por ello, que cuando quiero ver televisión, me hago una escapadita al hospital. –Ufff, pensaba para mis adentros.
¿Vamos a tomar algo? Ya se me pasaron los dolores pero igualmente me fui a hacer una placa a una clínica privada, me dijeron que no tengo nada. -Me anoticiaba Aurelia.
Mañana, tengo turno con la psiquiatra. La termino de rematar.
Si vendría bien un cafecito con unas gotitas de cianuro y dos medialunas…Amor.
AURELIA - SUS SUEÑOS -
Algunos días eran casi mágicos, estaban matizados por un halo de misterio sublime que lo ligaba a otros universos, espacios temporales inhóspitos donde yo muchas veces me perdía con las consecuencias lógicas a todo explorador sideral que no hallare el rumbo de regreso a su nave y en otros encontraba en el mismo paramos totalmente virginales de huellas humanas, extensiones que nadie antes había podido observar, paisajes realmente sorprendentes que solo podía contemplar alucinado por la experiencia.
La noche había transcurrido calma como tantas otras que han transcurrido calma y desde antes de abrir mis ojos ya sabía que unos brillantes camafeos negros me estarían observando arriba de una sonrisa realmente amorosa.
! Te despertaste mi cielo ¡ Hacia rato te estaba observando, hacia un buen tiempo que te estaba amando con la mirada. –Me comentaba Aurelia radiante de amor.
Querida, que lindo es amanecer contigo.-Le dije, mientras la abrazaba fraternalmente.
A que no sabes el sueño más tonto que he tenido. Soñé que dormía y estaba soñando conmigo dormida y soñando conmigo durmiendo. Soñando que dormía y soñaba en una cadena infinita de yos soñando que dormían y se soñaban durmiendo.
Querida, que lindo es amanecer contigo.-Le dije, mientras la abrazaba fraternalmente.
A que no sabes el sueño más tonto que he tenido. Soñé que dormía y estaba soñando conmigo dormida y soñando conmigo durmiendo. Soñando que dormía y soñaba en una cadena infinita de yos soñando que dormían y se soñaban durmiendo.
Pude encontrar una vaga semejanza a cuando uno pone un espejo frente a un espejo, donde se genera una especie de túnel de espejos, un espacio infinito imposible de medir pues la sola intensión de mirar su profundidad supone la intromisión de mi rostro en medio de los dos espejos dando lugar a la interrupción del túnel, la caída de ese espacio mágico y etéreo que me seria imperdonable.
Como imperdonable me sería destruir cubriendo de realidad el instante exotérico en el cual Aurelia se levantaba de la cama y se dirigía rauda hacia el balcón para observar los bandambres de palojas que se podían observar volando en la alborada.
Y pensar que en mi ignorancia pase años privándome de ese hermoso instante místico donde los dos nos abrazábamos en el balcón para observarlas. Confieso mi estupidez al querer traerla a la realidad o distraerla con otros temas. Pero era inconcebible que las palojas volaran, más aún cuando yo estaba seguro de su inexistencia.
Hasta que un glorioso día decidí sumergirme en su cordura (en las Antípodas, de mi cordura), para poder apreciar ese precioso espectáculo que brindan cientos de palojas volando en circulares bandambres.
Recuerdo el brillar de los ojos de Aurelia cuando me señalaba las palojas volar aunque yo no podía apreciarlas en ese momento, quizás fuera una época de mi vida en las que solía encorsetar la realidad bajo rígidos chalecos de estúpida sensatez.
Era tan imberbe que estuve a punto de decirle que esas no eran palojas, que eran simples palomas volando en la distancia, cosa que ella no hubiera entendido por dos razones, la primera y principal radicaba en que las mismas no se veían del tamaño normal y apropiado inherente a una paloma, si no mas bien se veían del tamaño que se podía observar a una abeja.
La otra razón hubiera destrozado la ilusión de Aurelia por mirarlas de plano, dada la fobia que tenia hacia las palomas, crueles transmisoras de esa enfermedad por la cual uno se termina llenando completamente de plumas, con los terribles dolores, casi inimaginables que producen los plumíferos canutos cuando comienzan a aflorar por todos lados del inmune cuerpo.
Con respecto a las abejas, tampoco gozaban de su simpatía ya que cierta vez, alguna se animó a dejar su aguijón y su tripa palpitante hundida en la humanidad de Aurelia. Por consiguiente era imposible para mi destruirle la imagen lúdica que las palojas le brindaban, (nos brindaban), argumentando con la frialdad de un asesino que esos bichos eran simples palomas volando a la distancia, hubiera sido casi tan cruel como poner el rostro entre los espejos para mirar que había al final del mágico túnel destruyéndolo completamente con mi sola intromisión.